Para comprender la suficiencia argumentativa de Merleau-Ponty en clave política es preciso advertir tres lecturas posibles. En primer lugar, indagando sobre el entrelazo entre lenguaje y cuerpo. En segundo lugar, comprendiendo la fundación de lo político a partir de la idea de “institución” asumiendo en esta lo contingente y conflictivo. Y en tercer lugar, entendiendo la experiencia de lo político a partir del planteo marxista (escritos de Merleau-Ponty que van del 1945-1952). El presente trabajo rondará sobre la primera y segunda cuestión referida a la perspectiva ontológica de lo político a partir o como punto de origen en lo conflictivo y contingente como fundamento último. Entender el carácter ontológico de lo político es comprender el sentido de la sedimentación: esta se define, en sus cursos sobre la pasividad, a partir de una superposición de capas significativas. Así, estas capas significativas se encuentran inscriptas en un concepto clave en Merleau-Ponty denominado “cuerpo perceptivo” (2012, pp. 34-36).
El cuerpo perceptivo se declara, a partir de su texto Signos, como una experiencia muda, no asociada con la expresión. El cuerpo que percibe es antipredicativo, mudo y en silencio. La palabra, en cambio, se entiende como la expresión anclada en la historia. Aquí se introduce la cuestión expresiva del sujeto de la acción perceptiva. El sujeto es orientación. Merleau-Ponty acentúa esta posición orientativa del sujeto, no tanto afectado sino conformado por una estructura que le es constitutiva: la de la percepción. El sentido que subyace a la estructura perceptiva —entendida como la admisión de la ambigüedad en un movimiento o desplazamiento capaz de dar cuenta de un contexto— registra un tipo de actividad que no solo es la afectiva sino la corporal. De este modo, la consciencia no solo es orientada a un significado ya dado o sedimentado que habilita a otros tipos de posicionamientos en el mundo, sino que la consciencia es el cuerpo visibilizado, sentido, habitado, instituido.
En síntesis, el cuerpo es el registro de lo activo en el sujeto, la acción perceptiva misma que configura un mundo antinómico: entre lo pasivo y lo activo, lo visible y lo invisible, la forma y el contenido. Merleau-Ponty explica que el cuerpo no solo se corresponde con el mundo circundante (Umwelt) sino que justifica un estado reflexivo que no se transporta nunca “a sí mismo fuera de toda situación porque el análisis de la percepción no hace desaparecer el hecho de la percepción, la ecceidad de lo percibido, la inherencia de la conciencia perceptiva en una temporalidad y una localidad” (1945/1993, p. 64).
Con todo, la localización identifica no solo una temporalidad propia del sujeto sino una espacialidad referida a lo corporal. El ámbito de lo sensible se caracteriza por definir en términos localizables al sujeto actuante. Merleau-Ponty dice al respecto: “Lo sensible, no solamente tiene una significación motriz y vital, sino que no es más que cierta manera de ser-del-mundo que se nos propone desde un punto del espacio, que nuestro cuerpo recoge y asume si es capaz de hacerlo” (1945/1993, p. 223). El hábito en Merleau-Ponty se ubica aquí: es el motor de la existencia espacio-temporal localizado pues desplaza significados visibilizados y define un mundo percibido. Entonces, este ser previo es el histórico y sedimentado que origina toda experiencia posible puesto que: “Quién percibe no está desplegado a sí mismo como debe estarlo una consciencia, posee una espesura histórica, reanuda una tradición perceptiva y está confrontado a un presente” (Merleau-Ponty, 1945/1993, p. 253). No solo el ser previamente constituido es conciencia histórica, también es experiencia transformadora y fundadora de sentido. De esta manera, al redescubrir los mecanismos pasivos e invisibilizados del sujeto tenemos la posibilidad de orientarnos de otra manera, de significar de otra forma, sin la necesidad de salirnos del esquema o constitución que lo habilita.
Ahora bien, ¿cómo podemos comprender la estructura invisibilizada, instituida y constitutiva? En el campo fenomenal la pasividad se explica por experiencias coordinadas unas respecto a otras mediante las cuales podemos orientarnos activamente en el mundo. Pero, como dice Merleau-Ponty, tanto la experiencia monádica como la intersubjetiva son un único texto sin laguna (1945/1993, p. 75). Lo textual, entendido como sedimentación histórica, no registra solamente un lenguaje instituido sino que sedimenta sensaciones y percepciones como condiciones pre-objetivas y funcionales de un mundo textuado. En este sentido, el sujeto es activo porque transforma la estructura previa, que originalmente percibimos. La estructura de las sensaciones funda una interpretación trascendente que configura al “ser en el mundo”. Esta trascendencia es activa y pasiva, define y se indetermina, se desplaza y resignifica. Por ende, las dualidades propias de la estructura de lo trascendente que fundan un sentido de la experiencia, deben entenderse desde el concepto de hábito. Esto es, en la dimensión originaria que explica toda localización y comprensión del mundo. Con todo, es desde este lugar orientativo del sujeto de la acción política que se comprende la noción de lo conflictivo asociado a la sedimentación propia de la historicidad política de la acción.
Teniendo en cuenta la lectura que hace Merleau-Ponty de Maquiavelo es que se recobra la noción imperfecta de la política que legitima lugares y espacios de dominación. El presente trabajo se enfoca en las nociones de contingencia y conflicto como principios ontológicos del pensamiento político en Merleau-Ponty dando cuenta de esta lectura. Uno de los más importantes análisis del pensador florentino que aparece en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio… es la idea de tumulto. Tumulto o multitud es el grupo de hombres que se encuentran bajo el mando u obediencia a leyes conformadas por un príncipe que, mediante la virtud y dependiendo de la fortuna, regula legislativamente las acciones de los hombres. La finalidad de esta regulación necesaria aunque conflictiva, la sustenta y conforma el estado de las repúblicas. Maquiavelo encuentra que, aún en los estados ordenados y en donde el príncipe pueda ejercer la autoridad y hacer uso del poder, puede prevenirse la rebelión de la plebe. No hay garantía de que lo político en su forma más ordenada y acabada (o racionalizada) esquive los momentos de enfrentamiento de la plebe con el príncipe o de disconformidad ante lo regulado por la ley. Los triunfos de la plebe favorecen o hacen a lo que Maquiavelo observó como el ideal de una república perfecta. Dice en el libro I de los Discursos…
Y así fueron creados los tribunos de la plebe, después de lo cual fue mucho más estable aquel estado, participando de las tres formas de gobierno. Y tan favorable le fue la fortuna, que aunque pasó de la monarquía y la aristocracia al poder popular, no por eso se arrebató toda la autoridad a la corona para darla a los nobles. (Maquiavelo, 1531/2012, p. 39)
Una república perfecta contempla los momentos de tensión, según las palabras de Maquiavelo, entre la plebe y el senado. Esta advertencia sobre las relaciones entre un sector y otro de la sociedad estimula el desplazamiento de una racionalidad jerárquica en donde el senado regule incluso los momentos de tensión y en donde la política se vea amenazada. El desorden, los alborotos y la confusión “hacen ingeniosos a los hombres y las leyes los hacen buenos. Y cuando una cosa marcha bien por sí misma no es necesaria la ley, pero en cuanto desaparece esa buena costumbre, la ley se hace necesaria con urgencia” (Maquiavelo, 1531/2012, p. 41). Entre la plebe y la nobleza se instituye lo legal a partir y desde este enfrentamiento. Lo instituido nace de un estado de excepción en donde el desorden temor, furia y rebelión de la plebe funda un criterio de legalidad que el noble regula. La función del noble conserva del modelo romano, la necesidad de engrandecimiento. Esto quiere decir por un lado que hay que admitir o reconocer el carácter quebrantable de la política sin apelar a un justo medio de acuerdo entre partes. Y por otro lado, incorporar como legítima la enemistad que implica la conservación de una república. Uno de los argumentos que Maquiavelo consiente de la política conflictiva en sí misma responde al desplazamiento teológico en donde Dios o la religión resulta un elemento imprescindible para mantener la vida civil del ciudadano o pueblo. El estado de excepción es el carácter regulativo de las conductas humanas de una república en donde afecta lo sedimentado (entendiendo por este experiencias históricas) por fuera del orden teológico de la política (Pocock, 1975). La importancia de pensar este registro republicano y soberano en Maquiavelo consiste en sostener la idea de conflictividad a partir de la polemización moderna de lucha de clases y división social. Pero también la conflictividad presupone ontológicamente el carácter propiamente ambiguo de lo político. Es este sentido el autor florentino recupera el foco de la libertad humana como propia de la praxis concentrada en probabilidades fácticas. Esta lectura cuya recepción contemporánea ha sido la del terror, desorden y siniestro político resultó ser una de las más importantes contribuciones. El mal político entendido bajo el principio de entender a la política como lo conflictivo, no es más que el resultado de un modo de pensar y accionar. El momento maquiaveliano, en este sentido, es el de las incertidumbres que impera por fuera de un orden establecido y unificador de las acciones humanas.
Continuando con el planteo maquiaveliano, puede decirse que el tumulto o la masa designa este modo de actuar por fuera de lo legislado por el senado pero a su vez resulta una categoría necesaria puesto que es la única vía mediante la cual se instituyen los deseos, los pedidos y clemencias de un pueblo que sufre manifestando su temor a ser desprotegidos por el noble. En palabras de Maquiavelo, “y si los tumultos fueron causa de la creación de los tribunos merecen suma alabanza, pues además de dar su parte al pueblo en la administración, se constituyeron en guardianes de la libertad romana” (1531/2012, p. 43). Una república organizada y correctamente instituida necesita o admite que necesita del tumulto; esto es, del desorden y la rebelión de la plebe. Esta noción soslaya la posibilidad de repensar la legitimidad política de la legalidad por fuera del imperio regulador de un Estado. En este sentido y teniendo en cuenta lo que posteriormente Merleau-Ponty comprende como la gobernabilidad a partir de las virtudes (1964a, p. 271) es que se clarifica el concepto de tumulto asociado al terror y el miedo. La república no se funda bajo un criterio regulador de una voluntad superior que necesite ordenar al tumulto. Más bien se comprende en el marco de las libertades individuales que evocan una voluntad en común por fuera de los criterios instituidos de una sociedad conducida. Este es uno de los argumentos que Merleau-Ponty recupera del planteo de Maquiavelo en sus notas aparecidas en Signos.
Destacar que la circunstancia define la aplicación es parte de la recepción merleopontyana de Maquiavelo. Merleau-Ponty (1947/1986, 1964a y 1968) establece en varias de sus referencias al estudio fenomenológico de la política que lo conflictivo se establece a partir de la comprensión perceptiva de la acción política. Esto significa por un lado reconocer que la política es comprendida a partir de lo expresivo o creación artística. Y en segundo lugar, supone indagar sobre lo sedimentado o instituido de esa creación siendo esta fundamento ontológico de toda acción política. Esta última entendida como paradojal (es decir, entre lo sedimentado y lo conflictivo o entre lo instituido y lo expresivo) es la que Merleau-Ponty comprende a partir del pensamiento maquiaveliano.
La herencia conflictiva del sujeto político
En las “Notas sobre Maquiavelo” aparecido en el texto Signos (1964a), Merleau-Ponty comprende que la virtud es el elemento político por excelencia que incursiona en el seno del tiempo histórico. Es el momento en donde se ofende toda moral y se exige la posibilidad ontológica de fundar. Si hay virtud es porque hay tácita una tendencia a la conflictividad, dice Merleau-Ponty, entre “el poder y sus súbditos; entre el yo y el otro; no hay terreno en que cese esta rivalidad” (1964a, p. 265). La virtud que originalmente es comprendida por Maquiavelo como una habilidad, incurre en lo nuevo: en la fundación y duración de un sujeto político que intervenga y rompa la “normalidad del tiempo” instituyendo lo nuevo (Eiff, 2014, p. 100). Y aquí, es a través de la lectura marxista de Merleau-Ponty atravesada por Gramsci, Lefort y Althusser, que comprendemos el espacio temporal de lo nuevo como la reificación de un sujeto del pensamiento político que entrañe la insatisfacción e inacabamiento de lo político entendido como espacio antagónico de lucha. En virtud a ello, Merleau-Ponty sostiene que la lucha de clases es este lugar temporal del sujeto político del poder instituido o tácito. Pero cabe advertir la siguiente postulación del pensador francés: Maquiavelo rompe con la lógica racionalista en donde la acción perceptiva del terror y el miedo cobran relevancia al momento de desplazarlos del espacio en común o compartido propio de la política. Es justamente el antagonismo lo que instituye el lugar regulador del Estado: “Mientras que los hombres se esfuerzan por no temer, se dedican a atemorizar a los demás, y la agresión que rechazan por sí mismos, la arrojan sobre otros, cómo si, necesariamente, se tuviera que atacar o ser atacado” (Merleau-Ponty, 1964a, p. 266).
¿Son las leyes un reemplazo de la fuerza? ¿Es el poder del Príncipe quien garantiza este reemplazo o prótesis de una sociedad en decadencia política? Para Merleau-Ponty, y siguiendo a Maquiavelo, “el combate humano es diferente del combate animal” (1964a, p. 266) puesto que el poder no es fuerza pero sí el horizonte mediante el cual se evita el desprecio y el odio. La virtud del príncipe (más que garantizar o anticipar posibles problemáticas propias del campo de lo político con la plebe o el ciudadano) está en visibilizar la opinión del pueblo que habilita la fundación de un nuevo sujeto político. Con todo y en este sentido, Merleau-Ponty le dedicará en este punto un ensayo a Montaigne titulado “Lecturas sobre Montaigne” incluido en el texto de Signos. La lectura del existencialista francés respecto a Maquiavelo atraviesa los andamiajes conceptuales marxistas. La historia de la ambigüedad de la conciencia es la lectura que Merleau-Ponty hace de Maquiavelo. Se puede decir que la lectura está direccionada a la institución de lo político comprendiendo sus formas de apropiación históricas en el marco u horizonte del Estado y la Ley. En este sentido, Merleau-Ponty descubre el valor de la fortuna maquiaveliana como así el momento inestable de esta respecto al dominio o poder del Príncipe. La fortuna entendida como acontecimiento que irrumpe una lógica de lo previsible de la acción política y la virtud comprendida como la habilidad política más propia del Príncipe que le habla a los espectadores “apresados por el vértigo de lo indominable” (Merleau-Ponty, 1964a, p. 272), son las interpretaciones más genuinas del acervo de las reglas inmorales que regulan el campo de lo político.
El breve esbozo de la lectura merleopontyana respecto a Maquiavelo podría sintetizarse de la siguiente manera: “Lo que hace que no comprendamos a Maquiavelo, es que une el sentimiento más agudo de la contingencia o de lo irracional en el mundo con el gusto de la conciencia o de la libertad en el hombre […] Evoca la idea de un azar fundamental” (Merleau-Ponty, 1964a, p. 272). Es el azar de la fortuna lo que provoca la incertidumbre irracional que se redefine en las relaciones humanas divididas. El azar es el poder de la fortuna que no previene ni limita sino que instituye. El drama de la política instituida visibiliza en un mundo compartido que la divergencia o lo conflictivo no se sitúa ni orienta al combate por los valores morales. Es más bien el sentido de esos valores lo que se discute porque hay, previo al sentido, un conflicto tácito de lucha y condición humana proletaria y burguesa. Esta lectura fina y rica de Merleau-Ponty inspirada en el pensamiento marxista, fusiona la idea o gesto maquiaveliano de que la pureza de los principios no conduce más que a la orientación del antagonismo social propio del liberalismo (una de las tendencias que Merleau-Ponty en Humanismo y terror quiere combatir). Ahora bien, ¿qué entendemos por antagonismos cuando hablamos de institución o cuando el mismo Merleau-Ponty reanuda que lo más originario del hombre es el quehacer político frente a la adversidad? ¿Qué relación hay, en definitiva, entre la filosofía dogmática de la historia de los ejemplos que no se deben repetir y la libertad entendida como la fachada al servicio de la opresión?
Tomar conciencia de la contingencia es el momento primero que Merleau-Ponty pretende develar. La contingencia es ese lugar dominado por el poder que instituye antagonismos: entre el hecho y el sentido; entre mi cuerpo y el yo; entre mi pensamiento y las palabras; entre la violencia y la verdad. En palabras de Leonardo Eiff: “El pensamiento de Merleau-Ponty, a raíz de su combate con el marxismo dogmático, se redescubre la condición propia de lo político como humanismo de la virtú” (2014, p. 126). El combate con el marxismo dogmático del que Merleau-Ponty fue protagonista, anticipa el quebrantamiento que implica pensar la figura proletaria. No solo en lo que respecta al criterio de revolución marxista entendido como elemento necesario de emancipación social, sino que también entendida como dominación totalitaria, como masa o tumulto.
Aquí y desde estos argumentos sobre lo conflictivo es que puede entenderse la influencia de Marx en Merleau-Ponty. Pues la existencia del proletariado no podría visibilizarse si no encarnara en la historia entrelazándose con alguna entidad instituida. Es importante destacar que la relación entre la historia y lo instituido es un enlace que escapa a la interpretación merleaupontyana de Maquiavelo para alojarse en la comprensión marxista de la historia en relación al yo. Como menciona Merleau-Ponty en Fenomenología de la percepción no hay un yo consiente que escape a lo percibido. Alojarse en el lugar de lo conflictivo no solo denota comprender el carácter ontológico de la política sino el lugar que ocupa esta interpretación en la historia del sujeto que percibe. Así, el pensador francés explicita lo siguiente: “La consciencia es trascendencia de parte en parte, no trascendencia soportada sino trascendencia activa. La conciencia que de ver o sentir tengo, no es la notación pasiva de un acontecimiento psíquico cerrado en sí mismo” (Merleau-Ponty, 1984, p. 386). La conciencia por ser efecto del mundo percibido y afectado, revela la actividad sentida contextuada. El cogito, tal como lo tematiza en Fenomenología de la percepción, se define en el ámbito de lo percibido bajo la palabra o el lenguaje (1984, p. 409). El yo pienso bajo un criterio del actuar revolucionario e instituido por la palabra diluye la particularidad y especificidad necesaria para la comprensión del quién soy. No hay, por tanto, relación entre los procesos políticos que impliquen pensar en términos de masas (tal como el comunismo bolchevique) y el carácter perceptivo que indaga sobre la condición existencial de ese cogito. Pensar al yo en su individualidad como constitutivo y creador de los procesos que hacen a la comprensión de determinadas categorías, supone explicitar los modos mediante los cuales se entiende como parte del mundo. Estos modos sedimentados mediante el lenguaje, forman una estructura precomprendida del mundo que determina cómo lo percibimos. En este sentido Merleau-Ponty apela, en Fenomenología de la percepción, a lo siguiente:
Así, el lenguaje presupone una consciencia del lenguaje, un silencio de la consciencia que envuelve al mundo hablante y en donde los vocablos reciben, primero, configuración y sentido […] Esta subjetividad indeclinable no tiene en sí misma y en el mundo más que un punto de presa resbaladizo. (1984, p. 412)
Hacia una subjetividad ejemplar: la resignificación de la praxis política
En su ensayo dedicado a Claude Lévi-Strauss incluido en el texto Signos (1964c), Merleau-Ponty advierte que los sistemas sociales o estructuras en donde encarna la idea de proletariado, visibilizan los conceptos legitimados o sedimentados en la historia. Recuperar o entender estos conceptos es interpretar las formas o estructuras que lo hacen posible. La propuesta de pensar esta perspectiva antropológica enfrenta y desafía el mecanismo formal y determinista del sujeto de la historia. La estructura simbólica se anticipa a las emergencias sociales y políticas entendiendo por estas formas conflictivas propias del carácter fenomenológico-marxista. Es decir, las situaciones efectivas visibilizadas en la historia encarnan un sentido determinado que se anticipa a la comprensión del hecho manifestado. El proletariado no podría entenderse en relación a los medios de producción si no se accede al horizonte instituido que lo hace posible. Muchos hechos de la cultura y la historia pueden comprenderse desde este fenómeno: el incesto, la endogamia, etc. El mismo Merleau-Ponty ejemplifica las formas culturales conflictivas propias del sentido ontológico de lo político: “¿Cómo llamar si no es historia a ese medio en el cual una forma gravada con contingencia abre de pronto un ciclo de futuro, y le ordena con la autoridad de lo instituido?” (1964c, p. 149).
La explicación referida a la anticipación concluye en una expresa referencia a lo natural y cultural entendidas como dos modalidades de un mismo proceso estructural. Pero cabe destacar, en el contexto del presente trabajo, que hay algo que sustenta la lógica de lo conflictivo. Este sustento que subyace no es más que un proceso orientador que sustenta la historia del sujeto actuante. En la introducción de Humanismo y terror (1947/1986), Merleau-Ponty ejemplifica lo conflictivo como opuesto a lo revolucionario. En este sentido, “la inminencia de la guerra cambia el carácter de la oposición. Evidentemente la traición no es sino divergencia política” (1947/1986, p. 10). Esta crítica de Merleau-Ponty dirigida a la comprensión de la figura del proletariado marxista y revolucionario, resulta próximo a la categoría de tumulto en Maquiavelo. La masa comprendida como el tumulto o el proletariado encarnado bajo la figura del obrero moderno, es quien legitima el lugar ontológico de lo conflictivo instituyendo un sentido de lo político.
Estos procesos, denominados por Merleau-Ponty actos políticos (1947/1986, p. 12), se fijan en la historia de los Estados modernos como posibles momentos revolucionarios y destructores de las políticas vigentes. Sin embargo, muestra Merleau-Ponty que las objeciones al liberalismo transmitidas en su tiempo histórico, contienen lo conflictivo. No hace falta posicionarse como opositor para visualizar esta condición ontológica de la política. El relato comunista de los procesos tal como se muestra explicado en Humanismo y terror, polemiza con el pensamiento liberal sin ver el horror que causa pensar el proceso revolucionario cobijado en la prosa marxista de la revolución masiva del proletariado. Dice en el primer párrafo de su texto Humanismo y terror: “Se discute a menudo el comunismo oponiendo a la mentira o a la astucia el respeto por la verdad, a la violencia el respeto por la ley, a la propaganda el respeto por las conciencias, al realismo político, en fin, los valores liberales” (Merleau-Ponty, 1947/1986, p. 7). Esta situación política contextuada que condujo a la guerra, predominó la acción antes que la interpretación en donde la primera es entendida como la más valiosa de todas por su carácter revolucionario.
El pensar que la categoría política de la historia responde a estos sucesos es algo que ha dejado intranquilo a Merleau-Ponty. En rigor, toda situación histórica responde o está inscripta en un registro del otro. Este otro hace de la política una instancia contingente que rompe con la armonía de lo comprensible. Volviendo a Maquiavelo y a su noción de lo político, los procesos y sus consecuentes acciones previsibles no siempre se visibilizan como nobles y plebeyos; o acusados y acusadores; o liberales y comunistas. En este sentido, Merleau-Ponty advierte el carácter sedimentado que hacen posible encarnar estas figuras como legítimas leyes de la historia. La contingencia de una acción no es, para el pensador francés, la encarnación de estas figuras sino que es lo que hace posible esta expresión. La historia es un poder que configura o delimita lo que debe suceder aún en términos revolucionarios (Lefort, 1980, p. 30). Estos procesos o situaciones históricas que sedimentan un sentido de la acción, fundan perspectivas de comprensión. Así, y en contra de la revolución entendida como fundación, volverse carne de la historia no necesariamente va acompañada de la comprensión de los sucesos materiales de la existencia (entendiendo a estos como modos de producción por ejemplo). El horizonte posible para comprender un hecho vuelve a la percepción inicial de la vivencia más propia e intencional. Son inevitables aquí los análisis fenomenológicos de la política entendiendo por estos las condiciones intencionales de posibilidad situada (o encarnada) en la historia.
Este análisis fenomenológico de la acción política que muestra Merleau-Ponty exige comprender lo condicionado entendiéndolo como contingente. En Fenomenología de la percepción menciona lo siguiente:
En fin, la contingencia del mundo no debe entenderse como un ser menor, una laguna del tejido del ser necesario, una amenaza para la racionalidad, ni como un problema que resolver cuanto antes por el descubrimiento de alguna necesidad más profunda. La contingencia óntica está ahí, al interior del mundo. La contingencia ontológica, la del mismo mundo, por ser radicar, es, al contrario, lo que funda de una vez por todas nuestras ideas de verdad. El mundo es lo real del que lo necesario y lo posible no son más que provincias. (1945/1993, p. 407)
La presentación de la idea de una contingencia ontológica designa la posibilidad de entender al sujeto de la acción dentro del campo perceptivo. Este campo perceptivo es, como lo llama Merleau-Ponty, el campo de la presencia. Esta presencia es la que define lo situado, la situación mediante la cual comprender el sentido genuino de la praxis. Toda experiencia política se funda sobre esta base que consiste en no entender nada como ajeno, en no desplazar ningún mal o experiencia política oscura de nuestros criterios fundadores de lo político.
Consideraciones finales
A lo largo del presente trabajo se ha desarrollado uno de los aspectos fundamentales para comprender la idea de institución como elemento propiamente conflictivo de lo político constituyendo un tipo de sujeto político. Este análisis fenomenológico de Merleau-Ponty atravesado por la lectura del Príncipe y Discursos… de Maquiavelo entrecruzada con una interpretación marxista de lo antagónico, revela una consideración a tener en cuenta: que el odio, la rebelión, el miedo y la sentimentalidad encarnada en el espacio visiblemente compartido es propia de los instrumentos fundamentes de lo político como el poder y la virtud. Desde el análisis de Maquiavelo se pudo transparentar lúcidamente a propósito del concepto de tumulto como el lugar que legitima el poder del Príncipe. También se visualizó en el modelo o modo de ser de un gobierno que debe conservar los usos antiguos o instituidos del pueblo para considerar el sentido de un nuevo ordenamiento político. Con todo, el sentido de lo nuevo, lo fundado y lo instituido como elementos propios de la libertad del hombre conservan la historia propia de lo conflictivo. Las “novedades alteran las mentes de los hombres. Hay que arreglárselas para que ante esa alteración conserven tanto como sea posible, lo antiguo” (Maquiavelo, 1531/2012, p. 103).
El rescate de ciertas nociones de Maquiavelo por parte de Merleau-Ponty atravesado por diversas lecturas pero, fundamentalmente por las del Marx de Sartre, aportan a la reconciliación del sujeto de una conciencia contingente reconciliador de un cogito con conciencia de mundo. Esta conciliación con el mundo carnal o material, cliva un sentido de praxis que amerita indagar. Pues parece ser que el sentido práctico del hombre conlleva este carácter negativo de realización política mediada por las Leyes y el Estado racional que aparece en la modernidad. Revitalizar la política en términos instituyentes para Merleau-Ponty es rescatar reanudar el ámbito de lo sensible. Esto implica dos cuestiones que ya han sido trabajadas y que, a modo de resumen, se pueden lograr. En primer lugar, el hecho de pensar en una historia de la política en su contingencia no implica atribuirle su espesor. La carne de la historia de la que Merleau-Ponty hace reiteradas alusiones, problematiza las filosofías que hicieron del sujeto una entidad soberana en contra de las diferencias. Y en segundo lugar, rescatar el médium significativo que implica pensar en términos de institución. Tonificar la sensibilidad de lo instituido no es más que otra forma de comprender la historia de luchas sociales y de los efectos de la racionalidad capitalista que condujeron a un tipo de relato de lo político. Esto no implica disociar la acción política de la historia de la filosofía y ponerla en la vereda de enfrente. Muy por el contrario, se trata de sostener el registro de lo histórico que orienta a comprender dicha acción de otra forma posible.
Referencias bibliográficas
Arendt, H. (2008). La condición humana (R. Gil Novales, Trad.). Buenos Aires, Argentina: Paidós. (Obra original publicada en 1958).
Boschetti, A. (1990). Sartre y “Les temps modernes” (M. Castro Valdez, Trad.). Buenos Aires, Argentina: Nueva Visión.
Eiff, L. (2014). Merleau-Ponty. Filósofo de lo político. Los Polvorines, Argentina: Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS).
Lefort, C. (1980). Un hombre que sobra: reflexiones sobre el archipiélago de Gulag (A. Becciu, Trad.). Barcelona, CT: Tusquests.
Maquiavelo, N. (2012). Discursos sobre la primera década de Tito Livio (A. Martínez Arancón, Trad.). Madrid, MD: Alianza. (Trabajo original publicado en 1531).
Merleau-Ponty, M. (1964a). Notas sobre Maquiavelo. En Signos (C. Martínez y G. Oliver, Trad., pp. 263-279). Barcelona, CT: Seix Barral.
Merleau-Ponty, M. (1964b). Lectura de Montaigne. En Signos (C. Martínez y G. Oliver, Trad., pp. 245-261). Barcelona, CT: Seix Barral.
Merleau-Ponty, M. (1964c). De Maus a Claude Lévi-Strauss. En Signos (C. Martínez y G. Oliver, Trad., pp. 137-151). Barcelona, CT: Seix Barral.
Merleau-Ponty, M. (1968). Résumés de cours: Collège de France, 1952-1960 [Resúmenes de los cursos del Collège de France, 1952-1960]. Paris, Francia: Gallimard.
Merleau-Ponty, M. (1986). Humanismo y terror (L. Rozitchner, Trad.). Buenos Aires, Argentina: Leviatán. (Trabajo original publicado en 1947).
Merleau-Ponty, M. (1993). Fenomenología de la percepción (J. Cabanes, Trad.). Barcelona, CT: Paneta-Agostini. (Trabajo original publicado en 1945).
Merleau-Ponty, M. (2012). La institución. La pasividad. Notas de cursos en el Cóllege de France (1954-1955) (M. Larison, Trad.). Barcelona, CT: Anthropos.
Peillon, V. (1994). La tradition de l´esprit Itinéraire de Merleau-Ponty [La tradición del espíritu. Itinerario de Merleau-Ponty]. Paris, Francia: Grasset.
Pocock, J. (1975). The machiavellian moment. Florentine political thought and the Atlantic republican tradition [El momento maquiavélico: el pensamiento político florentino y la tradición republicana Atlántica]. Princeton, Estados Unidos: Princeton University Press.
.