Reseña Review
Duhamel, Jérémie (2016). Les Vertus de la liberté. Machiavel et la critique de la domination. Paris, Francia: Classiques Garnier. 198 pp.
Los golpes de la historia parecieran, en los últimos tiempos, endurecerse. O es quizá la manera insistente que tienen de amontonarse, uno tras otro, la que los vuelve más agudos. Entretanto, hay respiros, y preguntas. Sobre cómo actuar políticamente en este contexto, sobre cómo sostener la apuesta por la igualdad democrática en un mundo que frente al caos se debate entre la restauración y el conformismo.
En eso y mucho más pensé al leer el libro de Jérémie Duhamel, Les vertus de la liberté. Machiavel et la critique de la domination, publicado recientemente en París, en Classiques Garnier. No pretendo dar aquí una lectura exhaustiva de la obra, tampoco proponer un ejercicio crítico. Intento, simplemente, articular una breve reflexión, lateral, aunque comprometida, sobre aquello que el Maquiavelo de Jérémie Duhamel puede aportarnos para pensar (en) la situación actual.
De esa obra ambiciosa y erudita, que busca, y logra, dar una lectura global de la obra del Florentino, me permito entonces, en razón de una necesidad bien presente, concentrarme en un punto, el de la esperanza, o más precisamente, en aquello que el libro llama “retórica de la esperanza”. Para ello partiré de un pasaje de Maquiavelo, muy presente en el libro de Duhamel, perteneciente los Discursos, el cual tiene la virtud de no dejar indiferente a ningún lector sensible:
Affermo bene di nuovo questo essere verissimo, secondo che per tutte le istorie si vede, che gli uomini possono secondare la fortuna e non opporsegli; possono tessere gli orditi suoi e non rompergli. Debbono bene non si abbandonare mai; perché non sappiendo il fine suo, e andando quella per vie traverse e incognite, hanno sempre a sperare e, sperando, non si abbandonare in qualunque fortuna e in qualunque travaglio si truovino. (Machiavelli, 1531/2011, 2.29, p. 374).1
Maquiavelo adopta abiertamente aquí una retórica de la esperanza. Y acuña, casi sin quererlo, una fórmula memorable: esperando, no abandonarse. Retórica que se vuelve indispensable en tiempos difíciles, como aquellos, como estos, donde los que dicen gobernar, como resume Jérémie Duhamel, no solo perseveran en su error, sino que están persuadidos de la imposibilidad de operar el más mínimo cambio.2 La situación descripta es entonces la de una profunda y durable sensación de fatalidad, de abatimiento, de aflicción –imposible no sentirse, hoy, políticamente interpelados.
Ahora bien, Maquiavelo escribe, allí mismo: a la Fortuna, al devenir caprichoso de las cosas de este mundo, no se puede esperar controlarla. A la Fortuna no se la controla. Puesto que hay, irreductiblemente, contingencia. Se puede secundarla, pero no oponérsele. Se pueden tejer sus hilos, pero no romperlos. Es así que el discurso maquiaveliano no cede ni a los encantos de la ilusión ni a la comodidad siempre disponible del cinismo lúcido, esa forma apenas sofisticada del abandono. Por el contrario, lo que muestra el libro de Jérémie Duhamel, es que la retórica maquiaveliana de la esperanza busca despertar recursos para una acción política real, capaz de producir un cambio de dirección en el devenir de las cosas, sin necesidad de recurrir a una promesa, y en particular a la promesa de que a la Fortuna sería posible, de algún modo, controlarla; a la promesa, digamos, del fin de la historia. Tal como lo afirma Duhamel, la única alternativa sensata al abandono no es la certeza del dominio de los efectos, sino la esperanza de que, por medio de la acción, un cambio de fortuna sea posible.3
La retórica maquiaveliana de la esperanza no es entonces del tipo mesiánica. No se trata de sostener la acción política en la promesa de una reconciliación final, ni tampoco, opuestamente, de advertir sobre las consecuencias de un inevitable desastre. No se trata, en suma, de ningún cierre, ya que la idea misma de cierre supondría ignorar la eterna “mala contentezza” que, según Maquiavelo, trabaja a todo sujeto, y que es fruto de un desfasaje constitutivo entre el plano de la intención y el plano del acto, entre el plano de la palabra y el plano de la acción. Hay deseo, explica Maquiavelo en sus Discursos sobre Tito Livio, libro I, capítulo 37, porque hay siempre distancia entre aquello que se quiere y aquello que se obtiene, y es justamente porque esa brecha nunca se cierra, que el deseo no cesa de renovarse y que, inevitablemente, hay historia. La máxima política que de allí se deduce es transparente: solo nos es dado esperar poder torcer el movimiento aparente de las cosas, sin ninguna garantía, sin ningún fundamento. Se trata, en suma, de actuar políticamente sin postular un fundamento que, positiva o negativamente, de garantía a la acción.
Ahora bien, y pensando en un nosotros, en un nosotros bien actual, pregunto: ¿En qué medida nos sería dado, sensatamente, esperar —e insisto aquí, adrede, en el adjetivo “judicieux” que vuelve más de una vez en el libro de Duhamel? ¿En qué medida podríamos, o incluso deberíamos, esperar otra cosa que este continuar sumergiéndonos en una situación que pareciera definirse por el vaciamiento de todo horizonte? ¿En qué sostener, sin apelar a la ilusión, la esperanza? La propuesta de Jérémie Duhamel podría leerse de un modo radical: en nada. La acción política no se sostiene más que en la decisión de evitar el mal de los males, el mal mayor, aquel que surge de cualquier situación de aflicción sostenida: la servidumbre voluntaria. Cito un párrafo del libro:
Le spectre de la servitude volontaire s’avère, de surcroît, indissociable de l’inclination à s’affliger dans le mal […] Ainsi, quand tout est matière à accusation, quand l’époque oblige à dire du mal de tout, sauf du mal paradoxalement, et quand la fortune semble vouloir régner impétueusement tel un fleuve furieux qui emporte tout sur son passage, seule l’impression de choisir librement l’asservissement semble permettre de sauver l’honneur de son libre arbitre. (Duhamel, 2016, pp. 76-7).4
El imperativo a actuar, y la esperanza que lo secunda, no podrían venir más que de la voluntad de sacudir esa pesadumbre que lleva a desear un Amo que, alienándolo, rescate al sujeto de su aflicción. Ahora bien, y hago aquí, para terminar, una pregunta, que no es más que una invitación a leer el libro, y a seguir conversando. ¿Para esperar sensatamente el advenimiento de una acción política real, transformadora, en tiempos difíciles como los que corren, no es necesario algo más que la pura decisión de evitar el mal? ¿No es acaso aquello mismo que, en Maquiavelo, nos impide concebir un fin de la historia, a saber la división constitutiva de todo sujeto, y el conflicto que esta genera, la que nos daría a esperar, sensatamente, el advenimiento de otra cosa que la tonta repetición de lo mismo?
Referencias bibliográficas
Duhamel, J. (2016). Les Vertus de la liberté. Machiavel et la critique de la domination [Las virtudes de la libertad. Maquiavelo y la crítica de la dominación]. Paris, Francia: Classiques Garnier.
Machiavelli, N. (2011). Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio [Discursos sobre la primera década de Tito Livio]. Milano, Italia: Rizzoli Editori. (Trabajo original publiado 1531).
Diego Vernazza
Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, Francia
Correo electrónico:
ORCID: http://orcid.org/0000-0003-3764-1920
Notas Notes
1 Lo cual podría ser traducido del modo siguiente: Afirmo una vez más ser absolutamente cierto, y estar demostrado por todas las historias, que los hombres pueden secundar la fortuna pero no oponérsele; pueden tejer sus hilos, pero no romperlos. No deben abandonarse nunca a ella porque, ignorando sus fines, y andando esta por desconocidas y extraviadas sendas, cabe siempre esperar, y esperando, no abandonarse.
2 “Mais ce qui semble pire encore, et c’est là sans doute ce qui constitue selon Machiavel la racine ultime de la malignité du ‘temps qui court’, c’est non seulement que ‘les hommes’ persévèrent dans l’erreur, mais surtout qu’ils sont persuadés de l’impossibilité d’opérer le moindre changement” (Duhamel, 2016, p. 67).
3 “De toute évidence, la seule alternative judicieuse à l’abandon, dont on a vu qu’il constituait un facteur important de la ruine de l’Italie, ce n’est pas la certitude d’une maîtrise des effets, mais l’espérance que, par l’action, un changement de fortune est possible” (Duhamel, 2016, p. 102).
4 Lo cual podría ser traducido del modo siguiente: El espectro de la servidumbre voluntaria es indisociable de la inclinación a afligirse en el mal. […] Así, cuando todo es materia de acusación, cuando la época obliga a decir mal de todo, salvo, paradójicamente, del mal; cuando la fortuna parece querer reinar impetuosamente como un río furioso que arrastra todo a su paso, solo la impresión de elegir libremente la servidumbre pareciera permitir salvar el honor de su libre arbitrio.
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Las Torres de Lucca. Revista Internacional de Filosofía Política
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